—…sí, sí, estoy contentísima ¡vamos! que te voy a recomendar a todo el mundo. Definitivamente con la alimentación se puede curar todo.
Al terminar de hablar con ella se me llenó el corazón de ternura. Los secretos que escondemos…
Casi un año después de aquello el chaval me envió un WhatsApp para pedirme una sesión de terapia, “…la pago yo y voy sin mi madre (guiño, guiño)”.
Ya en consulta me contó que había conocido a una chica, que estaba muy ilusionado y que tenía muchísimo miedo a meter la pata.
— No tengo miedo a que la relación no funcione, sé que esas cosas pasan. Pero… tengo miedo a no enterarme de lo que pasa, a desconectar, a encerrarme. Y yo… esta vez quiero vivir ¿sabes?.
Se me hizo un nudo en la garganta.
En esa sesión, Pablo reconectó lo vivido, habló lo que tanto callaba.
Cómo le afectó la muerte de su padre. Cómo le condicionó la soledad de su madre.
Lo culpable que se sentía por querer vivir, por querer viajar, por tener novia, por querer irse de casa.
Pero madurar, muchas veces, es sostener la culpa. Ni atenderla, ni resolverla, ni evitarla.
Sostener la culpa, con todo el amor posible.
Han pasado ya cuatro años de aquel día, pero hace dos meses me llamó la madre, me llevé una sorpresa enorme. Y aún más con el contenido de su llamada.
— Me dijo Pablo que te llamase, que desde que él se ha ido yo no estoy bien, y me contó más cosas ¿sabes?
(pausa dramática…)
— …ya sé que no fue la alimentación lo que le curó, qué disgusto cuando me lo dijo, pero si él dice que fue otra cosa, lo de la chica, pues será…
— No fue sólo lo de la chica, venía de más atrás ¿te contó?
— Sí, sí, sí, ya sé yo que me tengo que curar de lo de mi marido. Pero eso de “hacer duelo” no es vestirse de negro ¿no?…
Pablo vive en otro país, el chaval es feliz.
Maricarmen, está haciendo, casi 30 años después, su proceso de duelo bloqueado, y lo está haciendo sin vestirse de negro, como eligió hace 30 años.
A Pablo le pedí permiso para contar su historia poco después de que se le curase la alergia, hace cuatro años. Lo que te he contado hoy es una actualización de esa historia.
Cuando le pedí permiso a Maricarmen para escribir su historia, me dijo “tú haz lo que quieras, pero si me vas a dejar muy mal prefiero no leerla” y se echó a reír.
Hay personas cuya luz deslumbra…