Tres semanas después, una media hora antes de nuestra cita, me llamó la madre.
— Hija, vamos a tener que cancelarte la sesión, mira que me da rabia, pero ha habido un accidente en la carretera y no llego a tiempo, que estoy parada en el tráfico. Dame otra fecha, mejor esta semana ¿vale?, ya verás que guapo está mi niño, que se le ha quitado todo el acné. Y como me dijiste que yo podía comer igual que él, llevo estas tres semanas con la dieta y, no veas, hasta se me ha quitado la barriga y me encuentro muchísimo mejor…
— A ver, Maricarmen, que no puedo darte cita esta semana, ya tiene que ser el mes que viene, si quieres os apunto para el día 11 y si se libera un hueco antes te aviso. ¿Está tu hijo contigo en el coche?
— ¿El 11? ¡Ay! que tarde. Avísame si tienes algo antes. Pero ¿no tenías que enviarle unas analíticas? ¿Y cambiarle los suplementos? Oye, yo creo que mi hijo sí que llega a tiempo ¿eh?, a él puedes atenderle, ¿no?. Apúntame el 11. No, mejor no me apuntes, voy a llamar al niño. Ahora te aviso…
Media hora después, por primera vez a solas con el chaval, le expliqué que las alergias tienen una componente emocional muy fuerte, que son una respuesta inconsciente a un trauma.
— El trauma puede ser tuyo o de tus padres, o puede venir de hace dos y hasta tres generaciones. Es la manera que tiene tu cerebro de activar una alarma interna y de decirte algo así como “aléjate de esto, es peligroso, te va a hacer daño”. Esa alarma interna se activa con precisión, por eso te pregunté si hay algo que recuerdes, algo doloroso… algo que me quieras contar hoy. Cariño, eres mayor de edad, cualquier cosa que me cuentes aquí no saldrá de aquí.
El chaval me miró intensamente, como midiéndome. Apoyó sus brazos sobre sus rodillas, e inclinado hacia adelante, mirando al suelo, comenzó a contarme…
Eva fue mi primera novia ¿sabes?, mi primer beso, mi primer todo. Los primeros meses con ella fueron los meses más felices de mi vida, no me lo podía creer. Yo ni siquiera tenía amigos íntimos y estar con Eva era como un sueño.
Hacíamos muchos planes… sabíamos lo que estudiaríamos, en qué universidad y lo que haríamos luego de terminar la carrera, dónde viviríamos, los lugares a los que iríamos…
Una semana, en mayo, mi abuela vino a visitarnos. Mi abuela es muy divertida y yo tenía muchas ganas de que Eva la conociese. Y como íbamos a tener comida familiar ese fin de semana y venían también mis tíos, yo invité a Eva.
Quedamos en vernos en El Parque de El Retiro ese domingo, para dar un paseo y luego ir a mi casa.
Cuando la saludé ella ya estaba rara, llevábamos sin vernos desde el viernes y supuse que estaría nerviosa por conocer a mi abuela y por la comida familiar. Me pidió que nos sentásemos en un banco.
Una rayo de sol daba una luz muy bonita que atravesaba los árboles e iluminaba la cara y el brazo de Eva y mi brazo. Ella estaba muy seria, pero se sonrió al ver a una mujer paseando a su perro, yo me reí también, el perro y la mujer se parecían un montón, ambos con el pelo rizado, gris y despeinado ¿sabes?
De repente Eva me soltó: “no voy a ir a tu casa, y ya no quiero estar contigo, soy muy joven para estar en una relación tan seria y me tengo que concentrar en la selectividad, queda poco tiempo, lo siento…”
Ella siguió hablando… pero yo no pude ni reaccionar, tenía una chocolatina en la boca a medio masticar. Eva se levantó y se fue. Yo tragué lo que tenía en la boca y me quedé sentado en el banco, casi dos horas.
La comida familiar la recuerdo muy difusa. Llegué a casa, mi madre me llamó a la cocina y le dije que había dejado a Eva: “soy muy joven para estar en una relación tan seria y me tengo que concentrar en la selectividad”, le dije… A mi madre le pareció muy bien.
Gabi, tú has visto cómo es mi madre, me quiere mucho, me protege mucho. Si yo le decía que estaba triste porque Eva me había dejado, mi madre la iba a odiar. Y si luego Eva y yo volvíamos a estar juntos… yo no quería que mi madre odiase a Eva, por eso le dije que yo la había dejado.
En mi casa las comidas familiares son como banquetes de fin de año… y ese día yo comí mucho para no tener que hablar.
Y nunca he hablado de esto porque…
El chaval empezó a llorar, al principio casi en silencio, me senté a su lado y le abracé un poquito, como pude.
No es fácil acunar a un bebé de un metro noventa.
Con el contacto el chaval rompió a llorar, le salió como un grito ahogado que le sacudió todo el cuerpo y siguió llorando hasta que pudo volver a hablar.
No quería preocupar a mi madre, ¿sabes? Ya ha sufrido mucho, mi padre murió en un accidente cuando yo tenía cuatro años y ella tuvo que salir adelante como pudo.
En el pueblo la gente era muy religiosa y le criticaban porque no iba de negro, pero mi madre no iba de negro por mi. Al final nos vinimos a Madrid.
Siempre ha sido muy sobreprotectora, hasta con mis amigos, imagínate con mi novia. Creo que hasta se alegró de que lo dejásemos, pero ahora ya me pregunta.
El otro día me preguntó por Eva, pero no he vuelto a saber de ella, al final fuimos a universidades distintas.
Yo nunca más he vuelto a tener novia, me he centrado en estudiar, pero con la alergia es cada vez más difícil…
Un mes después de aquella sesión, me llamó la madre…