“El amor propio no es una meta. Es una forma de caminar cuando ya no quieres hacerte daño para avanzar.”
Hasta ahora, hemos explorado muchas capas: tus bloqueos, tus mecanismos de defensa, las voces del juicio, los mandatos heredados, el miedo a brillar, a desear, a equivocarte.
Has visto cómo tu sistema aprendió a protegerse, a desconectarse, a sobreesforzarse, a apagarse para sobrevivir.
Y si estás aquí, es porque algo en ti ya no quiere vivir así.
No por rechazo a tu historia.
Sino por amor a tu presente.
Este capítulo es un puente entre todo lo que descubriste y el modo en que empiezas a habitarte distinto.
Aquí no venimos a cambiarte.
Venimos a ofrecerte formas nuevas de estar contigo.
De acompañarte, día a día, con más respeto, más escucha y menos juicio.
Porque no basta con saber lo que te pasa.
Hace falta cultivar gestos cotidianos de amor que reeduquen tu sistema.
Pequeños actos que, repetidos con presencia, reescriben tu forma de tratarte.
Y le enseñan a tu cuerpo, tu mente y tu alma que ya no necesitas exigirte para merecer.