Hay bloqueos que no se notan desde fuera.
Nadie ve nada raro.
Todo parece en calma.
Pero dentro… hay un silencio que pesa.
Una quietud que no es paz.
Una calma que no es libertad.
Es como si una parte de ti hubiera bajado la persiana.
No por apatía.
Sino porque alguna vez sentir, decidir o avanzar fue demasiado.
Y entonces tu sistema, sabio y protector, hizo lo que supo hacer:
congelarse.
Para que nada duela.
Para que nada se mueva.
Para sobrevivir.
Pero esa congelación, que fue defensa, con el tiempo se vuelve una cárcel suave.
Y aquí no se trata de romperla a la fuerza.
Se trata de descongelarla con presencia, con mirada amorosa, con pequeñas acciones que te devuelvan a ti.
En este capítulo vamos a explorar:
🪫 Cómo reconocer el congelamiento corporal y emocional y qué lo activa
🙈 Cómo dejar de minimizar lo que sientes sin desbordarte
🧱 Cómo deshacer la rigidez simbólica que heredaste sin saberlo
✨ Y cómo recuperar el deseo cuando llevas años esperando “el momento”.
Porque sí, es posible moverse sin miedo.
No hacia lo que debes… sino hacia lo que de verdad te hace bien.
Y a veces, ese primer paso es solo una respiración más consciente.
Un pensamiento menos crítico.
Una palabra dicha con verdad.
Un silencio que escucha.
Cuando una parte de ti empieza a derretirse,
aunque sea muy despacio… todo lo que tú eres vuelve a la vida.