Los humanos buscamos constantemente maneras de mejorar nuestra salud, de sentirnos mejor y vivir con más energía. A veces, basta con hacer pequeños ajustes; otras veces, necesitamos ir un poco más profundo.
Comida
Cuando tenemos una enfermedad o un síntoma, muchas veces es suficiente con mejorar la alimentación.
Comer comida buena, alimentos sanos, añadir nutrientes que cubran posibles déficits y llevar una alimentación antiinflamatoria puede ser lo único que necesitamos para sanarnos.
Para muchas personas, este primer paso es suficiente: comer bien, nutrirse correctamente y ver cómo su salud mejora
Hormonas
Pero hay quienes, a pesar de comer sano y suplementarse, no logran avanzar. En estos casos, debemos mirar más allá de la comida y enfocarnos en las hormonas.
Nuestro sistema hormonal es muy sensible a factores estresantes, que pueden ir desde la presión en el trabajo o en casa, hasta dormir a deshoras, la exposición a luz artificial, el uso de productos con disruptores endocrinos, o la pérdida de la masa muscular por falta de ejercicio.
Para estas personas, aliviar el estrés, hacer terapia o técnicas de respiración, dormir mejor, evitar estos disruptores hormonales, y hacer ejercicio de fuerza, puede marcar la diferencia.
Toxinas
Sin embargo, hay personas que ni cuidando su alimentación ni sus hormonas logran recuperar su salud del todo.
Aquí es donde miramos el siguiente nivel: las toxinas. Muchas veces, el problema puede estar en la presencia de parásitos, un desequilibrio en la microbiota o un hígado sobrecargado.
Estos factores pueden estar robando nuestra energía, ya que los parásitos consumen nutrientes o el hígado, si está saturado, no permite que el cuerpo funcione bien.
En estos casos, además de todo lo anterior, es necesario desintoxicar el organismo, repoblar la microbiota o limpiar el hígado para permitir una verdadera recuperación.
Traumas y Epigenética
Y finalmente, hay personas que, después de haber atendido la comida, las hormonas y las toxinas, aún se encuentran estancadas.
Aquí miramos el cuarto microscopio: los traumas.
Los traumas pueden afectar la expresión de nuestros genes y activar interruptores epigenéticos que nos predisponen a enfermedades. En estos casos, necesitamos trabajar en esos traumas para desactivar esos interruptores y permitir una sanación a nivel profundo.
Este sistema que llamamos ‘los cuatro microscopios’ —Comida, Hormonas, Toxinas y Traumas— es un camino que nos permite entender qué necesita nuestra salud en cada etapa.
No todos necesitan los cuatro. La pregunta es: ¿en qué punto estás tú y qué necesita tu salud para avanzar?”
¿Cómo reconocer si estás en el nivel de traumas y epigenética?
Si has probado realizar cambios en la alimentación, regular tus hormonas o hacer una limpieza de toxinas, y aun así sientes que tu salud no avanza
Otro indicador es la dificultad para hacer cambios, no solo en tu dieta, sino en cualquier aspecto de tu vida. Es común proponerse nuevos hábitos y metas, pero si experimentas una resistencia constante, una especie de freno que te impide avanzar, esto podría ser una pista de que existen patrones más profundos, de carácter traumático
También puedes notar la presencia de pensamientos recurrentes. Estos suelen manifestarse como preocupaciones o miedos que regresan una y otra vez, casi de forma obsesiva. Este ciclo de pensamientos repetitivos refleja un nivel de estrés interno que muchas veces está relacionado con experiencias o traumas no resueltos, lo que dificulta que tu mente se libere y avance.
Si tu cuerpo reacciona intensamente al estrés, con síntomas físicos como aumento de la frecuencia cardíaca, tensión muscular o sudoración ante situaciones que otras personas consideran neutras, esta puede ser una señal importante. Reaccionar de forma desproporcionada ante estímulos menores a veces indica que el sistema nervioso está en un estado de hipersensibilidad, posiblemente debido a traumas pasados.
Observa también tu reacción emocional ante ciertos alimentos. Si, por ejemplo, retirar de tu dieta algo como el pan te produce angustia o un malestar emocional que parece excesivo, esto podría indicar que hay traumas en relación directa con esos alimentos, por ejemplo que en la guerra el pan les salvase la vida a tus ancestros
Presta atención a si sientes una “alerta constante”, una sensación de que siempre debes estar preparado para enfrentar una amenaza. Este estado, conocido como hipervigilancia, es una respuesta del sistema nervioso que se mantiene en defensa, como si esperara un peligro en cualquier momento. La hipervigilancia hace que relajarse y descansar sea difícil, y suele estar presente en estrés post-traumático, ya sea propio o heredado
Si te reconoces en varios de estos indicadores, es posible que estés en un nivel de trauma y que haya interruptores epigenéticos bloqueando tu avance. Estos bloqueos pueden afectar tu respuesta al estrés y dificultar que logres una sanación profunda y sostenida.
Si sientes una reacción intensa de pánico o miedo irracional frente a situaciones cotidianas, o si tiendes a juzgar en exceso a los demás y a las situaciones, esto también puede indicar la presencia de traumas. Este juicio excesivo o la tendencia a ver el mundo con desconfianza muchas veces es una respuesta defensiva que el sistema ha aprendido, como un mecanismo de protección.
Asimismo, si evitar ciertos alimentos, como los dulces, genera en ti tristeza o enojo desproporcionado, podría ser una señal de que esos patrones alimenticios están conectados a traumas o emociones no resueltas, que el cuerpo intenta gestionar a través de la comida.